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INVESTIGACIÓN

DESNUDO

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Trabajo hecho para la asignatura Puesta en Escena - Danza siglo XIX y XX, guiada por la maestra Sara Regina Fonseca. (2020)

 

            A lo largo de mi producción artística he experimentado en el desnudo un estado escénico en el que he encontrado una comodidad personal que me ha hecho cuestionarme de varias maneras. Estos cuestionamientos me han llevado también a un sinfín de retos discursivos que trascienden a reflexiones y análisis que abarcan lo histórico, lo religioso y lo político.

 

            El desnudo en mi puesta en escena es una herramienta que me ayuda a despojarme, encontrarme y expresarme. Creo que, dependiendo del contexto, encuentro en ese trayecto del deshacerme del vestido en un espacio escenográfico, unas preguntas y unos análisis diferentes. Sin embargo, he decidido hacer una investigación profunda y analítica de este tema no solo por medio de mi experiencia sino también indagando a otros artistas que utilizan el desnudo como canal comunicativo protagonista, ya que quiero complementar, comparar y argumentar de mejor manera el uso de este en mi puesta en escena dancística.

 

            Carolina Atuesta, Nadia Granados y Jorge Bernal muy amablemente respondieron a una serie de preguntas, que durante largas conversaciones virtuales surgieron, relacionadas con su trayectoria y con el uso del desnudo escénico. Su producción artística ha influenciado mi trabajo creativo puesto que cada uno en su quehacer abarca una gran gama de símbolos y significados que han contribuido a mi manera de interpretar y ver el desnudo.

 

            Carolina Atuesta, artista escénica, dice que el cuerpo desnudo es un lenguaje. Concuerdo totalmente con ella ya que he descubierto a lo largo de la historia del arte y en mi experiencia al desnudarme, una manera de comunicar algo hacia otros y hacia mí misma. Reconozco en el hecho del despojo del vestido y en mi cuerpo “en crudo” una narrativa que transcurre desde lo cotidiano, lo erótico, lo íntimo, lo real, lo natural, lo infantil, lo juguetón como lo afirma Jorge Bernal, bailarín y coreógrafo, en una conversación que tuvimos.

            El cuerpo no es entonces un elemento inerte, dispuesto y propuesto para la contemplación, sino que es mucho más, es un sujeto político, narrativo, vivo y orgánico que se ha utilizado para contar, mostrar, contradecir, llamar la atención, “…el cuerpo es una envoltura: sirve, pues, para contener lo que luego hay que desenvolver. El desenvolvimiento es interminable. El cuerpo finito contiene lo infinito, que no es ni alma ni espíritu, sino el desenvolvimiento del cuerpo.” (Nancy, Jean-Luc, 2007). Exactamente eso, el cuerpo contiene lo infinito, es múltiple: Algunas personas usan su cuerpo como si fuera una bolsa de plástico desechable (…) Algunas personas no son consideradas ciudadanas porque sus piernas no pueden caminar (…) Otras lo llevan como si fuera una combinación transparente. Algunas personas se visten para estar desnudas y otras se desnudan para permanecer vestidas. (…) Algunas personas sienten que su cuerpo está totalmente vacío. Otros experimentan su cuerpo como un armario repleto de órganos. Algunas personas usan su cuerpo como alta tecnología. Otras, como si se tratara de una herramienta prehistórica (…) Otros llevan en su pecho un corazón que perteneció a otra persona. Otros llevan dentro, por un tiempo, otro cuerpo en proceso de crecimiento. ¿Es posible acaso seguir hablando de un único cuerpo humano?” (Preciado, Paul B, 2019)

            En todas las entrevistas, todos los artistas concuerdan con que el desnudo confronta a las personas, las incomoda, les produce curiosidad o morbo, pero también concuerdan en que el desnudo es un poder, es un material vivo que permite conectar al espectador con una experiencia física y emocional que vivifica y resignifica a los cuerpos con los que se está teniendo un contacto en ese momento escénico. Curiosamente, algo colectivo se activa y se conecta cuando un artista decide desnudarse. Estar desnudo es esta condición, un estado natural que nos reúne en una misma naturaleza, en una misma posición: todos tenemos penes, vaginas o senos y es indudable la libertad que el desnudo profesa.

 

            Sin embargo, la incomodidad con el cuerpo desnudo, sobre todo el desnudo femenino, proviene de una moral impuesta por la religión. Carolina tiene muy claro esto y afirma que la mujer desnuda tiene tres lugares: la virgen, la puta y la loca, pero en ningún caso es permitido el goce y la libertad. Y eso es evidente tanto en los cuadros del Renacimiento y el Romanticismo como en la pornografía donde la mujer es hegemónicamente dominada por el deseo falocéntrico y masculino, “el cuerpo hegemónico que el patriarcado modela para las mujeres es sólo cuerpo y nada más. La mujer como producto, sin contenido salvo la apariencia”. (Garavano, Natalia, 2019). Por eso también cuando el cuerpo se politiza en huelgas o manifestaciones, la gente se asombra más porque hay tetas que por lo que están protestando, dice Carolina. La socióloga Natalia Garavano comenta al respecto: “Cuando una mujer decide las formas y los contextos para el uso y exhibición de su cuerpo, ahí aparece el repudio. Entonces, evidentemente es un problema de poder y de autonomía. Lo que molesta es el cuerpo autónomo, la posibilidad de decidir, de elegir qué, cómo, cuándo y por qué (…) La irrupción del cuerpo político supone abandonar nuestro histórico lugar de objeto y transformarnos en sujetas políticas con poder de decisión. Y es eso lo que genera incomodidad. La mujer libre (Garavano, Natalia, 2019).

            En este sentido, considero al desnudo como un espacio de reencuentro tanto personal como social, un lugar de aceptación y reivindicación de la historia inscrita en la piel “…si la enseñan a odiar su propio cuerpo, ¿cómo podrá amar el cuerpo de su madre que posee la misma configuración que el suyo, el de su abuela y los de sus hijas? ¿Cómo puede amar los cuerpos de otras mujeres (y de otros hombres) próximos a ella que han heredado las formas y las configuraciones corporales de sus antepasados? Atacar de esta manera a una mujer destruye su justo orgullo de pertenencia a su propio pueblo y la priva del natural y airoso ritmo que siente en su cuerpo cualquiera que sea su estatura, tamaño o forma. En el fondo, el ataque a los cuerpos de las mujeres es un ataque de largo alcance a la que las han precedido y a las que las sucederán.” (Pinkola Estes, Clarissa, 1999)

 

            La obra de Carolina es una amplia producción audiovisual donde su cuerpo es un canal simbólico. Al comienzo de su producción, trabajó como modelo de desnudo artístico posando para diferentes artistas. Sin embargo, gracias a los estudios formales en danza y teatro, incursionó a otras disciplinas, dándole un carácter mucho más complejo a su puesta en escena de desnudo.

 

            Nadia Granados piensa muy parecido y afirma que, el cuerpo desnudo traspasa el estado físico del cuerpo en sí, el desnudo transgrede, emociona, excita y conmueve tanto al artista que se desnuda como el espectador que lo ve. La obra de Nadia es controversial, agresiva y autorreferencial. Su producción es arte para desestabilizar, puesto que sus acciones performáticas cruzan lo obsceno y lo grotesco para generar nuevas lecturas sobre estas corporalidades relacionadas con temas políticos. Reflexiona acerca de la feminidad, de la seducción como una estrategia de manipulación masiva que usa a su favor para hacer de su obra una contrarrepresentación[1] inolvidable, sugerente, provocativa.

            Es claro que el desnudo es el estado natural de los individuos, es la manera más pura de nuestro existir, pero la historia del arte, la religión, el mercado de la pornografía y la moda nos han dispuesto en ciertos lugares donde hemos estructurado consciente e inconscientemente perspectivas y ficciones acerca del cuerpo y de ciertas partes del cuerpo, “las relaciones de poder operan sobre él una presa inmediata; lo cercan, lo marcan, lo doman, lo someten a suplicio, lo fuerzan a unos trabajos, lo obligan a unas ceremonias, exigen de él unos signos” (Foucault, Michael, 1998). No es lo mismo ver un cuerpo obeso o excesivamente delgado a un cuerpo atlético, no es lo mismo un cuerpo femenino, unos senos libres a un pene que va al ritmo de la danza o en una protesta. No, el cuerpo es un territorio que también tiene límites geopolíticos. Se valen las tetillas, pero no los pezones, se valen los pelos en algunos lugares, pero no en todos, se valen algunos desnudos, pero que no sean agresivos, ni tan cotidianos, se valen en las revistas que están en todos los quioscos y supermercados de la ciudad, pero no en huelgas. Eso apunta a que hay diferentes tipos de desnudo, cuyas diferencias dependen no solo de los objetivos metafóricos, sino también de los objetivos comerciales, la manera en la que se hacen, al público al que apuntan, y como se politiza. “Los gustos no son innatos. Existe toda una maquinaria ideológica sobre los cuerpos que controla los deseos enseñándonos –o más bien adoctrinándonos- sobre cuáles son los cuerpos deseables/bellos y los indeseables/feos, es decir, cuáles deben gustarnos y cuáles no. Y es muy muy muy difícil escaparse de estas ideas ampliamente difundidas y arraigadas, predominantes en el imaginario colectivo que todas compartimos. Honestamente, a veces ni siquiera las propias gordas somos capaces de mirarnos al espejo y no experimentar esa repulsión que nos han enseñado a sentir por nuestros cuerpos gordos y los de aquellas que son como nosotras. Y es muy difícil luchar contra esto. Es la tele, son las revistas, los periódicos (de noticias y deportivos), la publicidad, las películas, las series, los libros, etc. etc. etc. hora tras hora, minuto tras minuto, indicando cuál es el cuerpo deseable (por ti y por las demás), cuál es el cuerpo que debes tener y no tienes, y por el cual estás condenada a trabajar y sacrificarte hasta el fin de tus días.” (Piñeyro, Magdalena, 2016)

            En ese sentido, es importante ver que la obra de Carolina Atuesta es mejor aceptada que la de Nadia o la de Jorge. Carolina no aborda lo grotesco, a diferencia de Nadia y Jorge que están fascinados por su encuentro con fluidos, con lo humano, con lo violento. Al igual que estos artistas, considero que el que se desnuda desmitifica y transgrede lo que se cree acerca del cuerpo, sea el cuerpo que sea y sea como sea. Pero creo que esa desmitificación adquiere un valor político más fuerte y profundo cuando esos cuerpos desnudos no son cuerpos que responden a posiciones o a cuerpos hegemónicos y comerciales o lo hacen en lugares donde el desnudo no es aceptado.

            La vulnerabilidad humana es también una condición donde el desnudo es aceptado: un niño que nace, la mujer violentada o el héroe derrotado. Pero no lo es cuando se convierte en una condición que empodera (sobretodo el desnudo femenino). Carolina dice algo muy importante al respecto: lo que está vulnerable y lo que está desnudo es la sociedad misma.

            En pleno siglo XXI la idea del cuerpo ha tenido una transformación radical en la manera en la que se exhibe, se percibe y se vende. La era de las selfies y la oda social al cuerpo bello, marcado y estético en las redes sociales se ha dibujado como un camino estricto a seguir, “la contribución de los medios al paroxismo de la estética personal no se limita a la revaloración de la imagen, pues la fotografía, Hollywood, la televisión, Internet, etc., no sólo nos muestran que hay que pensar y apreciar la estética personal; también nos dictan cómo hay que pensarla y valorarla. Existe un tipo de consumo que toma al cuerpo como su objetivo, imponiendo unas normas. Y este tipo de prácticas, de atención y culto al cuerpo, se ha entendido como una nueva forma de consumo, paradojalmente llamado consumo cultural.” (Sossa Rojas, Alexis, 2011) Pero como en todo movimiento, hay una corriente alternativa que va paralelamente desarrollándose. Y por ello es interesante ver también como surgen movimientos interesantes como la desnudología (propuesta por Carolina Atuesta como “el estudio experimental de las múltiples interpretaciones escénicas del desnudo artístico. (…)  fusión de la desnudez con otras artes como la música, la danza, el teatro, poesía y proyecciones audiovisuales entre otras (…) haciendo de esta manera que el arte de posar se convierta en un (…) acto liberador.” (Atuesta, Carolina 2018)) o la pornología, usada y referenciada por Nadia Granados, los cuales son caminos políticos del cuerpo desnudo no hegemónico en lugares no hegemónicos difundidos por medio de las tecnologías actuales. Esas tecnologías que muestran ficciones que se estructuran alrededor del cuerpo condicionadas por lo bello, lo deseable, pueden también convertirse en herramientas que reconfiguran esos códigos de representación. Todo depende de cómo se usen y bajo qué intención política se haga.

            Creo que eso es lo que más me interesa, ¿cómo un – mi-  cuerpo que es físicamente hegemónico puede salirse y relatar una posición estética y política clara que rompa con todas esas delimitaciones sociales de lo bello y lo sensual?

            En este camino busco poder expresar mi singularidad y de allí reivindicar el gozo de la diferencia, ya que “experimentar un profundo placer en un mundo lleno de muchas clases de belleza es una alegría de la vida, a la cual todas las mujeres tienen derecho. Aprobar sólo una clase de belleza equivale en cierto modo a no prestar atención a la naturaleza. No puede haber un solo canto de pájaro, una sola clase de pino, una sola clase de lobo. No puede haber una sola clase de niño, de hombre o de mujer. No puede haber una sola clase de pecho, de cintura o de piel.”  (Pinkola Estes, Clarissa, 1999).

            En el experimento audiovisual que acompaña este escrito intenté buscar la respuesta a esa pregunta. Mi cuerpo atlético y hegemónico se resignifica por medio del movimiento, el color, la exageración. Quiero que mis desnudos sean lugares poéticos y políticos que no solo vayan en función de una afirmación históricamente recurrente de lo bello y lo sensual. Las exploraciones con objetos y lugares cotidianos, pasando por lo íntimo/prohibido/censurado/irreconocible, para finalizar en el cuerpo como un paisaje natural, de alguna manera me llevaron a lugares donde no había estado que me permitieron dialogar e indagar y acercarme con mayor profundidad y precisión a una argumentación más sólida y segura de ese lugar común que es el desnudo.

            Para finalizar, concluyo con una bella frase que me dijo Jorge: no hay traje más perfecto, más puro y más verdadero que el cuerpo.

[1] Un término particular que usa Nadia Granados durante la entrevista que tuvimos y en otros apartes de su obra. Deduzco, gracias a los diálogos que sostuvimos que la contrarrepresentación es la apropiación de estereotipos establecidos para ir en contra de eso mismo que señala y estigmatiza. Ejemplo: El performance Carro limpio, conciencia sucia en el que la artista vestida de blanco y como una mujer prototípicamente sexi y atractiva, limpia un carro sucio de donde sale una voz masculina que le realiza un interrogatorio tipo visa, beca o empleo. Al final, el conductor del automóvil sale, la cubre con una bolsa negra, la levanta y la mete en el baúl, llevándola a un lugar incierto delante de todos los espectadores.

 

“Esta acción utiliza dos reconocidos clichés para referirse a las identidades binarias de género, en la que lo masculino alude a la dominación, maquinaria y al abuso y lo femenino a una figura de subordinación, trabajo físico y complacencia silenciosa. La tierra evoca el lugar donde los cuerpos de lxs desaparecidxs son sepultados informalmente, una y otra vez el barro sobre la piel, al finalizar la acción cuando ella es introducida en el auto y abandona el lugar de la performance, solo queda la ropa embarrada en el espacio, como los residuos textiles mezclados con fragmentos cadavéricos que se encuentran en las fosas comunes que pueden dar pistas de lxs desaparecidxs.” (Granados, Nadia, 2017)

 

Bibliografía:

  • FOUCAULT, Michel. (1998) “Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión”.

  • NANCY, Jean-Luc. (2007) “58 Indicios sobre el cuerpo. Extensión del alma”.

  • PINKOLA Estes, Clarissa. (1999) “Mujeres que corren con los lobos”.

  • PIÑEYRO, Magdalena. (2016) “STOP Gordofobia y las panzas subversas”.

  • PRECIADO, Paul B. (2019) “Un apartamento en Urano: Crónicas del cruce”

  • SOSSA Rojas, Alexis. (2011) “Análisis desde Michel Foucault referentes al cuerpo, la belleza física y el consumo”. Polis Revista Latinoamericana.

Entrevistas:

  • ATUESTA, Carolina. Entrevista online. 7 de mayo de 2020.

  • BERNAL, Jorge. Entrevista online. 12 de mayo de 2020.

  • GRANADOS, Nadia. Entrevista online. 13 de mayo de 2020.

 

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